viernes, 10 de junio de 2011

Tecnología en el aula

Escrito por: Alejandro Piscitelli

La historia de las escuelas de esta la ultima década (computación social masiva, difusión creciente de Internet) ha sido la historia de una resistencia exitosa en contra de la incorporación de tecnología en el aula. Sin embargo esta vez la amenaza es distinta, no tanto por el poder y el alcance de la tecnología (que comparativamente a las anteriores es sumamente distinta por su grado de difusión, granularidad, omnipresencia extraescolar, etc.) sino por la disposición a la conectividad permanente de los chicos y adolescentes.
La conectividad permanente
A diferencia de los chicos de cualquier generación anterior, estos no solo viven, piensan y actúan mucho mas rápido que sus padre o abuelos, sino que exigen estar siempre en contacto con sus pares, y muy especialmente detestan todas las soluciones enlatadas de transmisión del conocimiento y propenden a encontrarlo (descubrirlo/inventarlos) ellos mismos.
Encima los padres son un factor de resistencia al cambio mas acentuado que existe, desviviéndose por impedir que la escuela permita el ingreso de esas tecnologías, e insistiendo hasta el hartazgo en que la buena escuela es la buena escuela que ellos vivieron hace 25 años o mas.
Definitivamente hay una incompatibilidad de raíz entre la vieja escuela y las computadoras en red. Una clase de 45 minutos se desperdicia arrancando y manteniendo prendidas las maquinas, los profesores no tienen en claro cuál es la ventaja pedagógica adaptativa de la computadora, y el entorno administrativo detesta la automatización de las clasificaciones, y la posibilidad de hacer un seguimiento informatizado del 99% de las tareas de administración
Dadas todas estas limitaciones diagnosticadas n veces, y todos los fracasos que venimos de inventariar ¿cómo salimos de la trampa que nosotros mismos nos hemos tendido? ¿Qué podemos hacer para no quedar atrapados entre tanta resignación e impotencia? La respuesta es tan obvia y evidente que inmediatamente nos damos cuenta de porque no avanzamos. Porque de lo que se trata es de básicamente preguntarle a los chicos, qué quieren, qué necesitan, qué les interesa. Son ellos quienes están leguas por delante de los educadores en lo que se refiere a hacer uso de las tecnologías digitales para sus propios fines.
Lo que casi nadie quiere admitir es que nosotros no inventaremos el futuro de nuestros chicos, algo que si se podía hacer varias generaciones atrás -gran diferencia atestiguado por el pasaje de las culturas cofigurativas a las prefigurativas. El único atajo disponible es fundir su conocimiento de la tecnología con el que tenemos nosotros de la educación, pero de una educación muy diferente a la que recibimos.
Curiosamente, en una era que hace devoción de responder a la necesidades del usuario, en donde el diseño es cada vez mas usuariocéntrico en vez de productocéntrico, en donde la personalización más que una opción es una necesidad, no hay ninguna conferencia de educación en el mundo que tenga a los chicos como protagonistas activos.
Del diseño educativo usuariocéntrico al productocéntrico
Esta ausencia de corresponsabilidad de los chicos -que en el caso de asistir a estas tediosas reuniones deberían hacer un esfuerzo inédito para no sucumbir ellos mismos a estos soponcios- es parte del problema. De lo que no cabe duda es de que en esta era digital necesitamos nueva curricula, organización, arquitectura, enseñanza, evaluación, vínculos parentales, procedimientos administrativos y muchas cosas mas.
Contrariamente a quienes postulan cambios incrementales necesitamos cambios radicales, hay que hacer cosas nuevas de modos nuevos. Algunos como Angus King, el anterior gobernador de Maine que logro llevar a cabo parcialmente el proyecto de una maquina por chico, insiste en que los chicos deberían demandarnos judicialmente en pos de una mejor educación. Marc Prensky, Henry Jenkins y otros jugados como ellos insisten que hay que reinventar todo, en todos lados al mismo tiempo. Y que lo que funcione de esta totalidad debe ser difundido y potenciado gracias a la ubicuidad e instantaneidad de la red.
Para quienes se escandalizan y recomiendan no confundir la paja con el trigo, los fuegos de artificio con lo que hay que saber, y que temen que las tecnologías que aquí estamos fomentando terminen encubriendo la sabiduría que siempre se alcanzo con tiza y pizarrón, con tinta y papel (como se solaza repitiendo el maestro del canon occidental Harold Bloom en ¿Dónde se encuentra la sabiduría? ) la respuesta de Prensky y cia es devastadora.
Si los chicos adquirieran un contenido orientado hacia el futuro (nanotecnologia, bioetica, medicina genética y neurociencia, en bellas formas interactivas a partir de su contacto con verdaderos expertos), y si pudieran desarrollar sus habilidades en programación, filtrado de conocimiento, usando conectividad y maximizando su hardware, con tecnología de última generación uno-a-uno, seguramente podrían alcanzar el curriculum existente en la mitad del tiempo y con las mejores notas del mundo
De lo que se trata no es de meter con fórceps la tecnología en la escuela, sino de desarmar las aulas existentes, poner patas para arriba gran parte de lo que se vende como obligado y cierto, y reinventar todos los elementos que componen el sistema sociotécnico de la enseñanza, porque lo que tenemos no sirve más, porque el aprendizaje informal de los chicos es cada día más intenso, variado y rico para ellos, y porque decididamente el conflicto entre nativos e inmigrantes digitales no cesará de aumentar cada día, sin que nadie tome al toro por las astas y a las astas también.

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