jueves, 21 de abril de 2011

Siguiendo a Morin: APRENDER A VIVIR

Ya Durkheim   sostenía que el objeto de la educación no es darle al alumno cada vez mayor cantidad de  conocimiento, sino constituir en él un estado interior y profundo, que lo oriente en un sentido definido no solo durante la infancia sino durante toda la vida.
APRENDER A VIVIR  necesita no solo conocimientos, sino de la transformación del conocimiento en sapiencia  y de la incorporación de esta sapiencia a la vida.
Ningún conocimiento puede lograrse sin interpretación y para que esto ocurra es necesario la acción de una estructura nerviosa superior: el cerebro. Esto debería  ser usado desde la escuela primaria. Sería bueno que intentemos recordar si  en nuestra educación primaria nos enseñaron a interpretar.  Si así sucedió, podes sentirte un privilegiado del sistema. Y debo decirte que no confundas la respuesta,  porque no es lo mismo que alguien te ayude a interpretar como ese alguien quiere, a  que interpretes  por vos mismo.
La escuela debería promover, movilizar o desarrollar todas las capacidades humanas, ayudar a tomar conciencia de la propia existencia, a  valorar la vida y no solo propender al  desarrollo de las capacidades que exigen las necesidades utilitarias.
Siempre hago la misma pregunta: ¿todo lo que se aprende debe tener un fin utilitario? No creo que aprender  los movimientos de una sinfonía,  escuchar las  notas ligadas,  los  acordes melodiosos de Claro de Luna  de Beethoven, la tristeza de las notas de Adagio de Albinoni, alguna intempestuosa  Polonesa de Chopin,  tengan más utilidad que servir al placer de escucharlas, de “sentirlas”. Esa  alegría, tristeza, melancolía  producen en mí  un inmenso placer, sirven a mi espíritu; y solo los humanos tenemos el privilegio de disfrutar.
Aprendí a disfrutarlo porque mi madre me decía que “había que acostumbrar el oído a la buena música”, pero no porque la escuela  me haya facilitado el acceso a este conocimiento. Cuánto material humano desperdiciado! Aparentemente la sensibilidad no tiene valor educativo. Ya lo he dicho. ¿No sería más placentera la educación si nos permitiera “disfrutar” de la música, la poesía, de las relaciones humanas? Durante décadas  y hasta la actualidad las escuelas se jactaron del “silencio” de sus claustros. Hasta las palabras suenan tenebrosas, lúgubres. Tengo 52 años y este es el recuerdo de aquellos años. Hoy paso por algunos colegios y al menos se escucha ruido, pero no logro percibir  la alegría que  genera la escuela en los chicos y jóvenes que a ellas asisten. Supongo que eso responde solo a un  problema de percepción personal.
Por otro lado, proclamamos que  uno de los propósitos de la escuela es ayudar a aprender a vivir, pero ….¿ podemos lograrlo con preguntas que solo tienen una respuesta correcta?  Aprender a vivir requiere “estrategias”, búsquedas, elección, discernimiento. No siempre hay respuestas correctas, sino la elección de alguna posibilidad en un momento y espacio dado.
Además cómo podemos hablar de respuestas “correctas” si una de las pocas certidumbres  de este tiempo es el naufragio de las certezas absolutas. Eso nos pone frente a la presencia de la “incertidumbre” y la educación debe colaborar para aprender a enfrentarla
Dice Morin que hay tres tipos de incertidumbre.
1. Incertidumbre  cerebral : el conocimiento no es nunca reflejo de lo real, sino traducción y reconstrucción lo que conlleva el riesgo del error.
2. Incertidumbre psíquica : el conocimiento requiere interpretación.
3. Incertidumbre epistemológica: conocer y pensar no es llegar a una verdad totalmente cierta.
El conocimiento verdadero hoy, puede no serlo mañana. De modo que la educación debe preparar para el mundo incierto y para esperar lo inesperado. Al respecto Morin habla de la ecología de la acción. Toda acción una vez ejecutada entra en un juego de interacciones y retroaaciones dentro del medio en el que se lleva a cabo. Unos renglones más arriba decía que la vida requiere de estrategias. La estrategia tiende a modificar sus acciones en función del contexto. Qué paradoja, la educación en general se basa en programas, que son lineamientos que se pueden determinar con certeza cuando existen condiciones externas estables…… , no es el caso de la vida. Por lo tanto si la educación debe preparar para la vida más que valerse de programas, tendría que valerse de estrategias.
“Cada individuo debe ser plenamente consciente de que su propia vida es una aventura, incluso cuando cree que está encerrada en una seguridad; todo destino humano implica incertidumbre irreductible, inclusive la certeza absoluta, la de la muerte, ya que ignoramos su fecha. …..” (Morin). 
¿Tendrán algo que ver en la inercia  del sistema educativo,  los miedos a los que alude Pichón Riviere en sus estudios sociológicos: miedo al ataque y miedo a la pérdida?
No tengo la respuesta,…. o sí …, pero me cuesta aceptarla?
Encontré el atajo que justifica la inercia: el miedo forma parte de la condición humana. 

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